El pasado 27 de febrero visité la ciudad romana de
itálica ubicado en Santiponce., Sevilla.
Por motivos de seguridad hubo ciertas zonas que no se
podían ver debido a la pandemia, por lo que estaban cerradas. Pero no me
impidió ver lo demás.
En la entrada de este recinto se abrían dos caminos, en el
de la derecha entrabas en el anfiteatro y en el de la izquierda terminaba en
varias áreas.
Había diferentes rutas por donde pasar, parecía un lugar
sin fin de esos que te llevas tiempo en recorrer debido a su gran amplitud.
Antes de empezar a describir esta ciudad romana voy a dar
una pequeña introducción de su historia.
El
asentamiento romano en el valle del Guadalquivir se establece tras las II
Guerras Púnicas. Fue Cornelio Escipión quien fundó la ciudad fundada en el año 206 a.C., en un
hábitat indígena de la Turdetania que se
remonta al menos al siglo IV a.C.
Pasado el tiempo la ciudad fue tomando prestigio y
aumentó su número de habitantes. El desarrollo se produjo en el siglo II d. C.,
con los emperadores Trajano y Adriano y se realizaron numerosas mejoras
urbanísticas y arquitectónicas.
Para empezar, escogí el camino de la izquierda. Era una
cuesta con curvas rodeada de vegetación. Pasé por unas murallas, cloacas y
trazado urbano. Lo que cuenta la historia de esta muralla fue que llegaron a
abarcar la superficie de mas de 50 hectáreas.
Cuando seguí caminando llegue al gran terreno. Donde pusieras
la vista en cualquier sitio había restos de esa ciudad.
Me tope con el edificio de la exedra el de mayor
superficie con unos 4000 m2, se propuso que fue un edificio de uso
multitudinario, la sede de una asociación.
Justo a pocos metros se encontraba la tarbenae, su
significado “locales comerciales” constituía una fuente de ingreso extra para
el propietario de la Domus.
Quedaban restos de casas, se conservaron los mosaicos que
estaban formados por diminutos trozos de mármol de distintos orígenes en el
pavimento. Un ejemplo de ello, la casa del patio Rodio y la casa de Hylas.
Un ejemplo de los pavimentos más apreciados del mundo
romano fue el Opus Sectile. Realizadas a partir de placas de mármol finamente
trabajadas en formas regulares y con diseño geométricos.
Terminando la primera parte de esta visita pude ver la
panadería donde hacían el pan.
De vuelta a la entrada me tocó ir por el camino
de la derecha. Fui avanzando por un
camino mas estrecho, en el fondo ya se veía parte del anfiteatro, espectacular.
Fue uno de los más grandes del imperio romano con una
capacidad de 25.000 espectadores y unas medidas totales de 160 x 137 metros,
disponía de tres niveles de graderío. Bajo el nivel del antiguo suelo de madera
del anfiteatro había un foso de servicio para los diferentes espectáculos de gladiadores.
El graderío, Cavea estaba dividido en tres
secciones, la Ima, media y Summa cavea, separadas por unos pasillos
anulares denominados Praecinctiones. La primera, la Ima Cavea, disponía
de 6 gradas, con 8 puertas de acceso, y estaba reservada a una clase dirigente.
La segunda, la media Cavea, estaba destinada a la población más humilde, tenía
12 gradas y 14 puertas de acceso. La Summa cavea, cubierta por un toldo,
estaba reservada solamente para albergar a niños y mujeres.
En la entrada de este anfiteatro miré hacia el suelo, y
vi unas pintadas.
Una de ellas fue la lapida votiva con representación de
plantas de pies.
Cerca se hallaba un circulo trazado en cuatro partes. Era
el juego de tres en rallas.
Fue un lugar en el que volvería a ir de nuevo, es una
joya que hay que valorar cuidar y conservar.